19/2/08

Una de mis historias

Entreabrió los ojos y una potente luz le deslumbró casi al instante obligándole a cerrarlos nuevamente. La luz del sol de mediodía se filtraba por sus párpados dándole un tono anaranjado a cuanto le rodeaba. Le dolía terriblemente la cabeza y le latían fuertemente las sienes haciéndole salir de su trance, se armó de valor y empezó a incorporarse. Un calambre le recorrió la espalda haciéndole perder el poco equilibrio que conservaba. Cayó de costado fracturándose un par de costillas y torciéndose la muñeca izquierda. Se le saltaron las lágrimas de dolor, y gimió haciendo una mueca un tanto extraña. Después de un rato tendido inerte en el suelo volvió a incorporarse, esta vez con éxito. Sentía náuseas y notó moverse la tierra bajo sus pies, aunque por supuesto sólo se debía a una alucinación provocada por las pastillas que le habían dado antes de abandonarle a su suerte en mitad de la nada.

Un horrible pensamiento cruzó su mente, y al contrario de lo que le hubiera gustado, su mente se aferró a dicho pensamiento en vez de dejarlo pasar sin más. Se le heló la sangre en las venas y empezó a cubrirle un sudor frío a la vez que se le secaba la boca y notaba la lengua como si de papel de lija se tratara. No podía ser. Era del todo imposible .Si sus sospechas eran ciertas...No quiso ni imaginar lo que supondría para la humanidad entera si habían descubierto su laboratorio y dado con la clave de la cámara acorazada. No había otra explicación posible para que se hallara en estos momentos en semejante situación y aún así se resistía a creerlo. Era demasiado espeluznante incluso para él.

Debía estar en medio de una pesadilla, muy real, pero pesadilla a fin de cuentas. Si, eso era, y ahora despertaría en la cama de su apartamento. De un momento a otro abriría los ojos y empezaría a distinguir en la oscuridad los contornos de su habitación que tan familiares le resultaban. Cerró fuertemente los ojos intentando no pensar en nada, pero aún antes de volver a abrirlos supo que no encontraría a su alrededor nada de lo que su mente le había hecho creer. No había sido capaz de engañarse aunque por un momento casi llegó a sucumbir a sus propias mentiras.

Empezó a ser consciente del peligro que corría quedándose allí, miró a derecha e izquierda y como no halló señal alguna de vida a su alrededor echó a andar de espaldas al sol que ya empezaba a resultarle bastante molesto. Calculó que serían ya las dos de la tarde por la posición del sol, la sombra que de él se proyectaba sobre la árida tierra, y por la intensidad del sofocante calor que le envolvía. Y se dio cuenta por vez primera de que la sed empezaba a acometerle cada vez con más intensidad, no recordaba haber sentido en su vida tanta necesidad de agua como en ese momento. Pensó que si no encontraba a nadie durante aquel día, probablemente no resistiera hasta el día siguiente. Vaya, hacía un momento estaba preocupándose por el destino de la humanidad y no se había parado a pensar lo cerca que estaba el suyo propio. Le pareció bastante irónico a la par que gracioso, y sin más empezó a reír de forma casi histérica. No podía parar de reír, le empezaba a doler el pecho y el estómago, sólo se detuvo cuando le acometió un ataque de tos que le dejó por unos momentos sin respiración.

Una vez pasado el trance que tan cerca estuvo de arrebatarle las pocas horas de vida que le quedaran, empezó a serenarse y a meditar con calma acerca de su actual situación. Después de un buen rato cavilando llegó a la conclusión de que si salía con vida de aquel desierto quizás estuviera a tiempo de enmendar el daño que hubieran podido causar, creía poseer en un lugar sumamente secreto el antídoto que podría salvar millones de vidas inocentes. Pero lo primero era salir de allí, aunque no estuviera seguro de poder conseguirlo. Le atenazaba el miedo a fracasar y con ello segar la vida en el planeta, era mucha la presión que sentía y pocas las posibilidades de lograr con éxito lo que se proponía.

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