Érase una vez dos jóvenes inocentes e incautas que una fría tarde de invierno habiendo ya oscurecido, se toparon en su camino con un escaparate en penumbra y a simple vista vacío. Cual fue su sorpresa que al fijarse mejor descubrieron en su interior y apostada en un sillón viejo y desvencijado a una anciana de aspecto lúgubre que las observaba fijamente con una mirada penetrante y a la vez vacía que no auguraba nada bueno y que ponía la carne de gallina. Las dos jóvenes huyeron de allí con el corazón desbocado y jurándose no regresar jamás, aunque por supuesto aún no sabían lo que les esperaba al doblar la esquina...
26/2/08
Lo que hace el aburrimiento...
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